domingo, 30 de agosto de 2009

VOLVER A CONTAR CUENTOS "LA ENEMIGA" FICCIONADO

Basado en la versión original de Virgilio Díaz Grullón

Se avecinaba el verano y con él, se acercaban las vacaciones idílicas que tanto había imaginado desde hace meses, incluso mucho antes de terminar el colegio. Todo estaba planeado de manera perfecta y no había nada ni nadie que pudiera alterar eso, o por lo menos eso era lo que yo pensaba.
Era un viernes en la tarde cuando mi padre llegó de uno de sus muchos viajes de negocios, y como era usual, siempre llegaba cargado de regalos para todos, lo que nunca imagine es que el obsequio de Esther, mi hermanita menor, alteraría por completo mis planes.

Esther y yo solíamos ser inseparables, hasta aquel fatídico día en que mi padre le entregó una muñeca de trapo; vestida con traje de princesa color violeta, su rostro era pálido como una porcelana delicada y fina del que sobresalía una gran sonrisa, que cada vez que la veía me llenaba de rabia y frustración, porque podría jurar que la muñeca se reía, pero se reía de mí.
Desde aquel instante poco o nada vi a Esther, por eso me la pasaba deambulando por la casa, desorientado y aburrido buscando algo para hacer sin ningún éxito. No dejaba de pensar en aquella muñeca que tanta alegría había traído a mi hermanita, pero por el contrario, a mí tanta miseria, no tenía claro que era lo que en realidad me molestaba, si la indiferencia de Esther o que no podía bajo ninguna circunstancia jugar con María - así era como mi hermana la llamaba.
Quería tocarla, vestirla y peinarla, tal y como Esther lo hacia, pero ella nunca la soltaba ni la perdía de vista. No fue sino hasta una semana después que mi madre llevó a Esther al médico, que tuve mi oportunidad de tenerla cerca. Yo no podía dar crédito de lo que estaba presenciando, mi corazón estaba acelerado, porque finalmente María y yo estaríamos juntos toda la tarde sin que nadie nos interrumpiera.
Ese día fue el mejor de aquel verano, María y yo tomamos el té, jugamos, reímos y gozamos, no había nadie en el mundo que sintiera una dicha igual hasta que nuestro tiempo juntos se desvaneció. Finalmente Esther regresó en busca de su muñeca, encontrándola en el mismo lugar en donde la había dejado.
Nadie nunca supo ni se imagino mi aventura con María aquella tarde de junio, pero desde aquel instante, recreo en mi mente una y otra vez ese bello momento que pertenecerá para siempre a mi memoria y a la de María.

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