
Se acerca la hora cero, el ambiente se adueña de un silencio sepulcral y no se alcanza a vislumbrar ningún alma en las calles solitarias del barrio Castilla; es el toque de queda que ha llegado, y al parecer por ahora, será un compañero permanente.
Es un viernes de agosto distinto a los otros, no se escuchan ni las risas ni el júbilo propio de la víspera del fin de semana, es un lugar casi desierto pero en donde se respira paz y tranquilidad.“Esta medida es buena porque la mayoría de nosotros somos gente de bien, y es necesario que el estado nos brinde más seguridad para nuestras familias”, indica Alberto Cano, dueño de un montallantas de la zona.
En esas se asoma por la ventana Martha Urrega, vecina de Alberto y habitante del sector, quien dice “Yo tengo dos hijos adolescentes, y aunque son bueno muchachos, uno no deja de temer por ellos”.
Pero como cada decisión tiene consecuencias, no todos ven con beneplácito la decisión de la administración, ese es el caso de Wilber González, empleado de un local nocturno, que ve con preocupación el futuro de su trabajo, “El negocio no es el mismo, ya casi no viene gente y de seguir así no se que pueda pasar, lo más seguro es que haya recorte de personal”.
Castilla es un barrio de contrastes, y aunque parezca de momento una atmosfera sombría, sus habitantes finalmente duermen tranquilos después de mucho tiempo.
Foto: extraída http://www.elcolombiano.com
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