Como estudiante de comunicación social escucho permanentemente que sin libertad de expresión y sin derecho a la información, no existe realmente la democracia. En ese sentido, sin libertad de prensa tampoco hay libertad de expresión.
Sin embargo, me parece iluso pensar que el asunto sea simplemente garantizarle a las personas la posibilidad de expresarse sin impedimentos, a fin de que exista un libre mercado de las ideas, pues la realidad plantea que los intereses económicos o políticos de los medios, no permite que la información circule libremente, y esta situación se traduce inevitablemente en desigualdades dentro del poder comunicativo de una sociedad.
Creo que es bastante claro que la insaciable búsqueda de audiencia y pautas publicitarias, son hoy la premisa de muchos medios y, como consecuencia, no hay ciudadanos informados, capaces de conocer las distintas perspectivas, debido a que no hay quien informe. El resultado es la degradación de la calidad de la información, con contenidos sesgados y banalizados propios de la tan de moda, cultura de lo light.
Infortunadamente, la situación contemporánea evidencia que hoy los grandes medios de comunicación no sólo están vinculados a grupos económicos y políticos determinados, sino que además, están sometidos a las exigencias del mercado, y eso inevitablemente trae consecuencias.
Uno de los golpes más recientes que ha sufrido el periodismo colombiano, lo representó el inesperado cierre de la revista Cambio. Un espacio, como ningún otro en el actual panorama, que tuvo el coraje de poner al descubierto verdades y vergüenzas del gobierno, como las subvenciones de Agro Ingreso Seguro, los asesinatos de los "falsos positivos", la entrega de las siete bases a los militares norteamericanos; entre otros.
Y es que como lo explicó en su momento su ex editora general, María Elvia Samper Nieto, “El mensaje de fondo de esta decisión fue que ser independiente, decir lo que se piensa y cuestionar el poder puede conducir a la muerte profesional”. Otro caso memorable fue el despido de Claudia López, por parte del periódico El Tiempo, después de expresar en su columna “Reflexiones sobre un escándalo”, que dicho medio presentaba una perspectiva sesgada frente a los subsidios Agro Ingreso Seguro.
Esta acción le valió innumerables críticas al periódico, pues pese a su carácter privado, eso no le resta valor al hecho de que ellos, como medio masivo de comunicación, deben cumplir con una función social, cuyo fin es ampliar la capacidad de decisión de sus lectores a través de la presentación objetiva de los hechos, sin importar si éstos son contrarios a sus políticas.
No obstante, el derecho a la información es algo más que la libertad que puedan poseer los medios, pues también existen otros factores que afectan el libre discurso. La revista Semana plantea en su artículo “Libertad amenazada” que los actores en conflicto colombiano, cada vez se muestran más intolerantes hacia los medios de comunicación, y su acción busca cercenar el cumplimiento de la función propia de toda prensa libre, que es primordialmente la de informar con la verdad.
Y es que los informes publicados acerca de la libertad de prensa en Colombia, así lo demuestran. En la última clasificación mundial realizada por la organización Reporteros Sin Fronteras (RSF), sobre las garantías y libertades para el ejercicio de la prensa, Colombia obtuvo el puesto 126 de la lista, una mala calificación, pues el ranking tiene 175 puestos.
Los criterios tenidos en cuenta por la RSF fueron: las amenazas y presiones a los reporteros y acceso a la información; censura y autocensura de los medios; presiones políticas y económicas; cantidad de periodistas asesinados, encarcelados y agredidos; y responsabilidad del Estado.
Lamentablemente, los medios de comunicación, la libertad de prensa y la libertad de expresión, que son para mí tres cosas muy distintas, están siendo sometidos a un juego cruel, nocivo, que está al servicio de un señor sin rostro. Por eso creo firmemente, que la domesticación de la prensa, especialmente la de los periodistas, seguirá siendo por ahora una constante hasta que no se hagan los correctivos correspondientes, o hasta que algún día aparezca un redentor y salve la patria.
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